“ Esta existencia que todaviiza perenne    
imperfección ”
Poema XXXVI de Trilce
César Abraham Vallejo Mendoza
nace en Santiago del Chuco, Perú, el 16 de marzo de 1892 y muere en París el 15 de abril de 1938
Obra poética:
Los heraldos negros 1919
Trilce 1922
Poemas humanos
Libro póstumo publicado en 1939
España aparta de mi este cáliz
1937. Libro póstumo Publicado en 1939

A César Vallejo le dolía el hambre, la patria, el modernismo; su tránsito de arcilla, los combates, la tarde que viste  gracia y pena, viste de mujer. Le dolía el abdomen que impide seguir a la cabeza, la carne hecha de instinto, París, Madrid, los días jueves y el número 1. Le dolía toda la vida (yo nací un día en que Dios estuvo enfermo), y la amaba hasta exprimirle el gozo en días furtivos. 
A César Vallejo la vida le gustaba cada vez menos, pero le gustaba vivir. Le gustaba el amor hasta dolerle, el bruto libre que goza donde quiere y donde puede, saberse el largo de un cuello que se ahoga, el placer de sufrir, la espera y la esperanza aún en la inmediatez de la muerte. 
Para César Vallejo, el sufrimiento y el placer son uno mismo. El placer brota ahí donde el dolor ahonda. Vallejo venía hurgando el sufrimiento, forcejeaba con la tradición social, política y poética que le dieron desde que vino al mundo. Buzo ciego; a tientas con los instrumentos que dejaron los que ya habían muerto.  
Vallejo sufre el hambre, la indigencia, la farsa de las relaciones sociales, el hábito de odiar y de matar, la subasta del amor, la culpa por transgredir un ordenamiento injusto. Sufre todo ésto y mucho más; lo sufre hasta en sus huesos, hasta romper con toda tradición poética y social.: su cuerpo no cabía en el cuarto que le dieron. 

A partir de Trilce, su segundo libro de poemas publicado en 1922 (incluidos los libros que le siguen), Vallejo rompe con la tradición poética para rehacerse y expresar la nueva dimensión de una época y un ser. Búsqueda, afán del otro, necesidad de comunicar el hallázgo de seguir viviendo, a pesar de sufrir la destrucción de todos los mitos. 
Con Trilce se hace necesario revaluar el lenguaje poético, redefinir qué es un poema. Aunque es evidente la relación de Trilce con los movimientos de vanguardia, Vallejo se convierte en el portador de un lenguaje inédito que recrea el tiempo de la conjugación verbal para crear otras posibilidades del habla; amplía su noción tradicional y esquemática; sugiere estados emocionales;  hace del giro temporal el núcleo de la metáfora, por tanto, un elemento de la estructura del poema. Digo esto sin desmedro de otros hallázgos en su poesía. En efecto, Vallejo incorpora a su poética elementos de significación visual:   

dos puertas que al viento van y vienen  
sombra               a       sombra  


Altera la correcta ortografía de las palabras para descifrar un significado intuitivo en “el instante mismo en que los fonemas se van anudando en la garganta”:   

Vusco volvvver de golpe el golpe 
  
Las sílabas pasan, de un simple signo del lenguaje escrito, a denotar cualidades metafóricas:   

999 calorías  
Rumbbb... Trrraprrr rrach... chaz  
Serpentínica U del bizcochero
enjirafada al tímpano   

Aclarado lo anterior, vuelvo al punto de vista de lo temporal, para sustentarlo más. Vallejo a los sustantivos y adjetivos les da connotación verbal: orejea, achando, espejea. Con los adverbios (parte invariable de la oración), sucede lo mismo. Por ejemplo, al adverbio “todavía”, mediante el sufijo “iza”, le hace perder su connotación determinante del verbo y lo convierte en un término nuevo susceptible de recibir la acción o generarla. Quien dice todaviiza, continúa. 
Las sensaciones se prolongan en el tiempo, no dejan nunca de existir, fluyen del pasado hacia el presente :  

hubo un día tan rico el año pasado./ que ya ni sé qué hacer con él. 

Se prolongan del presente hacia el futuro; el adjetivo cadáver, sucede a su cualidad inamovible de ser muerto:  

el cadáver ¡ay! siguió muriendo. 

El pasado, el presente y el futuro, confluyen al instante en un mismo espacio; en donde éste no tiene trascendencia alguna, o bien podría dejar de existir, pues tan sólo corresponde al plano en que la realidad y su carga de emociones se manifiesta:  

El traje que vestí mañana 
no lo ha lavado mi lavandera:  
lo lavaba en sus venas otilinas,  
en el chorro de su corazón, y hoy no he  
de preguntarme si yo dejaba  
el traje turbio de la injusticia. 

Ahora que no hay quien vaya a las aguas,  
en mis falsillas encañona  
el lienzo para emplumar y todas las cosas
del velador de tanto qué será de mí  
todas no están mías  
a mi lado.
Quedaron de su propiedad  
fratesadas, selladas con su trigueña bondad.
  
Y si supiera si ha de volver  
y si supiera qué mañana entrará 
a entregarme las ropas lavadas mi aquella
lavandera del alma. Qué mañana entrará
satisfecha, capulí de obrería, dichosa
de probar que sí sabe, que sí puede 
  ¡CÓMO NO VA A PODER! 
Azular y planchar todos los caos.
  
En el Poema VI de Trilce (tristeza dulce), transcrito arriba, el poeta traslada al futuro una acción: el traje que vestí mañana. Nótese que el uso correcto del verbo y su complemento debería ser “vestiré mañana” (presente al futuro). El poeta coloca una acción terminada en una circunstancia futura. El no ser de Vallejo alucina la materialización de una esperanza. En el segundo verso, complementario del primero, el poeta expresa una acción que acaba de verificarse en el instante mismo en que habla: no lo ha lavado mi lavandera. La omisión de la acción del verbo (lavar), es verificada en el presente del que narra. En el verso subsiguiente (tercero), al correlacionarlo con el segundo, entendemos que la acción de la lavandera es continua. Es el pasado de la acción no terminada: lo lavaba en sus venas otilinas. Es presente al pasado. Acción verificándose desde antes, inconclusa. Ahora vemos con claridad el por qué del giro temporal vestí mañana: sobre un mismo plano convergen circunstancias temporales distintas: un pretérito inconcluso que rebasa los límites del presente y que experimenta la terminación de su acción en condiciones futuras. Un “pasado al futuro”, respecto al presente del poeta. 
El término “otilinas”, corresponde a la adjetivación del sustantivo propio Otilia, su novia. La coincidencia de los predicados del tercer y cuarto versos con el sujeto, nos aclara el significado de éste: la lavandera, oficiosa, maternal y diligente, personifica a la vida misma, enjugando la pena y el dolor, desde ahora, desde siempre:  

¡CÓMO NO VA A PODER! 
Azular y planchar todo los caos.   

He de anotar, al margen, que estas formalidades expuestas no constituyen por sí ningún tipo de carga poética. La emoción que suscita en el lector todo poema toca los linderos de lo insondable; lo cual es indefinible; puesto que éste, termina en el lector. Para transmitir al lector sensaciones inéditas se necesita ser poeta: tener el don de percibir lo imperceptible, como César Vallejo, y traducirlo a los hombres con las palabras, “materia esquiva de la poesía”.  
Con la publicación de Poemas humanos (libro póstumo), la poesía de Vallejo invierte los valores de su estética. La soledad, el dolor y el desgarramiento humanos predominan sobre la forma. “Poesía de los sentidos, climática. Expresión desnuda, grito, aullido, herida, desesperación, esfuerzo atroz, paradigma de su propia especie”:   

en suma, no poseo para expresar sino mi muerte.
  
Poemas humanos trasluce fuerzas instintivas, en temas de angustia, desconcierto, recuerdos de infancia, cicatrices viejas. Poemas humanos es “ viva voz de la inconsciencia transmutándose en palabras, a veces entrecortadas, a veces confusas “:  

¡Hay que ver! qué cosa cosa! ¡qué jamás de jamases su jamás!   
 
I, desgraciadamente el dolor 
crece en el mundo a cada rato,  
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,49   

Se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena 
[…]  
Entonces... ¡Claro!... Entonces...¡ni palabra!50   

En el poema “Piedra negra sobre una piedra blanca” observamos los giros temporales que señalábamos al referirnos al poema VI de Trilce. Ya no a través del laboratorio de la palabra, sino a través de los sentidos, de forma escueta, llana. Hacemos esta acotación puesto que, lo susodicho, no corresponde a una excepción, sino a una constante en la obra del poeta:  

Me moriré en París con aguacero
un día del cual tengo ya el recuerdo. 
Me moriré en París —y no me corro— 
tal vez un jueves, como lo es hoy, de otoño. 
Jueves será, porque hoy jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala, y jamás como hoy, me he vuelto 
con todo mi cariño a verme solo.
  
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro 
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros
la soledad, la lluvia, los caminos.  
En este poema, Vallejo anuncia con anticipación el fenómeno que ha de consumarse en su persona; avizora su propio fin (de vida y no de tiempo), en el más claro ejemplo de premonición sobre la muerte. 
El presente al futuro (me moriré en París), no corresponde a una acción que pudiera llegar a cumplirse en un futuro hipotético; es un hecho cumplido del cual el poeta tiene ya el recuerdo. El presente al futuro, el futuro y el “pasado futuro”, confluyen en un punto del plano físico (París) en el cual se ha de verificar el evento enunciado. 
Nótese que a partir del séptimo verso (César Vallejo ha muerto, le pegaban), el poeta habla de sí mismo en tercera persona; como si presenciara los hechos “desde afuera”; o como si alguien más se los narrara. 

El tiempo es una constante que Vallejo aprehendió desde varios puntos de vista: 
  
Mi madre llora porque estoy viejo de mi tiempo y porque nunca llegaré a envejecer  del suyo.  

Es el tiempo que marcha descalzo  
de la muerte hacia la muerte. 

El tiempo tiene un miedo ciempiés a los relojes. 

Al trocar el sentido correcto del uso de los adjetivos y de los tiempos verbales en la oración, en busca de una comparación tácita que exprese nuevos significantes, César Vallejo convierte al tiempo verbal, como se había dicho, en el núcleo de la metáfora; amplía su noción tradicional y axiomática; sugiere estados emocionales atemporales; pasa a ser el recurso técnico más importante de la estructura del poema. 
Hemos visto dos poéticas distintas en César Vallejo. En la primera al genio de la forma; en la segunda, al genio sin ropajes, libre de ataduras;   y hemos vislumbrado un péndulo entre estos dos extremos, su preocupación desde siempre y última: el tiempo. Vallejo, forma y contenido, obra y vida, en ambas vencedor sobre el tictac que nos sojuzga y encadena. 

Publicaciones: Diario del Caribe. "Gaceta Semanario".1986 - Libro "Mil poemas a César Vallejo. Por Alfred Asis. Isla Negra. Chile.
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